Viviré 100 años.

Viviré 100 años, lo he decidido.

Serán años necios y sin compromiso, tiempo de cultivo de mi sangre, cosecha de la enfermedad del hoy.

Serán años de saltos y exabruptos, tiempo de verde y azul, cielos nublados y vidrios convexos.

Serán meses de voluntad, lejos de casa, llenos de clavos y madera, tiempo para pulir mis manos vírgenes.

Serán meses de caminar y correr, de ordenar a mis piernas seguir senderos inexistentes, tiempo de dibujar cicatrices de lo que vendrá.

Serán días de atención, de lánguidos detalles y respuestas, tiempos de luz ciega, horas de tiza flotando en el viento.

Serán días para agradecer y lamentar, por las tormentas y el trigo, tiempo de miel y betarraga, horas para escapar amargamente del mundo.

Será un montón de caos, una colección de emergencias y odios, una paciente espera recompensada, un conjunto de risas y lágrimas de ácido sulfúrico, una infancia deliciosa en el final de mis días.

Todo esto ha sido, además de banderas y papel, años de cruda ficción que recién comienzan, con personas y sin nadie, mi tiempo estoico y fulgurante que llegará hasta 100.

Porque así lo he decidido.

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