La calma y la tormenta.

Construimos nuestra vida a través de errores y aprendizajes. Conocemos personas que simplemente pasan ante nuestros ojos, y otras que penetran hasta lo más profundo del alma, entregando siempre algo por lo cual vivir. Por lo general, éstas últimas permanecen y crean recuerdos de todos los tipos, que perpetúan esos aprendizajes y esa construcción vital. 

Pero, ¿qué pasa cuando se mezclan las “categorías”? ¿Cuando cruzas tu camino con una persona que entra en el alma, pero que sabes que no permanecerá en tu vida?

Esos casos son como la calma y la tormenta. Inseparables, pero incompatibles en un mismo espacio y tiempo. Opuestos, pero jamás solos. Si no existiera uno, el otro no tendría sentido ni nombre.

¿Qué es una tormenta? Una serie de trastornos de la calma, con elementos nuevos y otros alterados. Así, la calma necesita de la tormenta para sobrevivir como tal, para seguir teniendo valor en este ciclo incuestionable. Siempre hay una calma antes y después de una tormenta, y viceversa.

¿Qué quiero decir con todo esto? Que a veces la vida se torna bromista y juega presentándote unos confusos pasajes en los que no tienes certeza de qué es lo alterado y qué lo corriente. Pero ambos importan.

Son momentos en los que sientes esta paradójica sensación de calma y de tormenta: cuando cruzas tu camino con aquellas personas que se tornan importantes a pesar de lo que seas o lo que ellas sean; cuando un opuesto que creíste que nunca sería parte de tu vida, te entrega algo de eso por lo que vives, pero luego se aleja o lo alejas, porque sabes que tu lugar no es en su vida.

¿Por qué no pueden seguir en tu vida? ¿Por qué no puedes hacerlos parte de tu construcción? A veces es lo que más quieres. Pueden ser los ojos más bellos, pueden ser las palabras más acertadas, pueden mostrarte los frutos más mágicos que existan. Sin embargo, no sucede como quisieras. Pierdes, ganas, creas, crees, te ilusionas y se acaba.

No tengo una respuesta ante esto. Sé y sabes que no siempre las cosas son simples, todo lo contrario. Casi nunca tienes lo que quieres, casi nunca tu construcción de vida irá justo por donde te gustaría trazarla.

Muchas veces, las personas sólo vienen, te marcan y se van. Por más que quieras que se queden, no depende de ti. Pero aprendes. Es como la calma y la tormenta: puede durar, pero sabes que se irá, y lo único que puedes hacer es afrontarlas y vivirlas con la intensidad que traigan.

Duele, pero aprendes. Aunque quizás tengas que pasarte una vida entera comprendiéndolo, aunque te la pases alternando, aunque nunca sepas con certeza si estás viviendo en calma o bajo la tormenta.

Solución: Vive.

A la tormenta de mi calma.